viernes, 23 de diciembre de 2011

122.

Sentía el vació en cada una de las millones de partículas de mi cuerpo y la verdad es que no se estaba tan mal. Luchar por luchar, lo dudo. Pero luchar por ti, cambia las cosas. Perdí el recuerdo de tu olor, pero no el tuyo. Y cuando algo se va, lo echas de menos, y después de seis horas todos los días (salvo fines de semana) sin decirte adiós, te daba la espalda y salía de tu mente hasta el día siguiente. Esa palabra tiene cuatro letras, pero muchas formas de sentirlo. Irracional, raro. Parecido a mi, incompleto por tu parte. Y si tu pelo negro no tenía dedos que surcaran sus múltiples mechones, yo lo hubiera hecho. Pero saltas, corres, ríes, aceleras, dejándome atrás, y tomas las curvas, y los cubatas con otras compañías, que conocen el sabor de tus labios, pero no mejor que yo. Crezco deprisa, aunque la altura no me acompaña. Consigo no tropezar. Tu sonrisa no se estropea ni aunque quieran colocarte bien los dientes con aparatos. Sigues igual de loco aunque crezcas. Niño, inmaduro. No me echas de menos, no pronuncias mi nombre, no tu rostro se inmuta cuando paso a tu lado. Tu mirada sigue igual de especial, de bonita. Tu corazón sigue casi bien. Te falta algo, pero no soy yo. Sueñas con superhéroes: con Linterna Verde y Capitán América; con ella, y sus besos, con su belleza y su nombre, que está grabado en ti; imborrable como un tatuaje. Como tú en mi. Porque algo ocurre. Llámalo destino, llámalo gilipollez, llámalo por mi nombre o como tú quieras. Porque los jodidos días veintinueve están en casi todo los meses- Y las malas decisiones en todas las acciones. Y tu recuerdo vuelve sin ser llamado, y apareces como si nada hubiera pasado. Y tu simple presencia me llena; y lo acabado vuelve a empezar.

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