viernes, 9 de diciembre de 2011

109.

Me miró con esos ojos negros. Como la noche, quien había presenciado múltiples veces lo que sentíamos y lo que queríamos...simplemente al otro. Su olor se hizo intenso por culpa de la lluvia, tanto que a dos metros seguía presente. Dos metros eran tres pasos, tal vez cuatro, con cuatro ya estarían nuestras frentes juntas. Su pelo mojado me tentó, quise apartar esa humedad acariciando sus mechones, llevándome múltiples gotas de agua que habían estado en contacto con su pelo castaño, con el que tan bien conjuntaban mis dedos.
-¿Sabes? Los mejores momentos que hemos pasado...-miró al cielo achinando los ojos, para que el agua no contactara con ellos-no han sido entre sábanas, ni sobre un colchón, ni con sudor...no-se repitió casi más para sí mismo que para mi, y añadió algo que me descolocó-Nunca te he visto tan bonita como debajo de la lluvia. Todas las veces que no dejábamos pasar el agua entre nosotros, todas y cada una de esas veces, han sido lo que siempre llevaré conmigo. El ver tu pelo mojado y que me entren ganas de acariciarlo para sentir ese frío, o para hacerlo desaparecer. Aquí, en la calle, el agua, tú, y yo. No necesito más. Ni que me sobre ropa, ni que me falte sentir tu cuerpo cálido junto al mío. Sólo la lluvia sobre tu cazadora mojada, y sentir tu corazón cubierto bajo cuatro capas de más. Eso es todo.
Y desaparece. Le conocí, le amé, le extrañé bajo la lluvia. Y ahora querría besarle, y no tener que echarle de menos entre tantos charcos de recuerdos.

-Que calan-
Dime dos maneras de no echarte de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario