domingo, 18 de diciembre de 2011

117.

Y es ahora cuando tengo que preguntar: ¿Por qué tantos otoños fríos?, ¿por qué tantas palabras perdidas? Y si no merecía la pena, ¿por qué intentarlo? No siempre hay que verse obligado. Puedes, y debes. Quieres, pero no es necesario. Se enfrían los cafés que te esperan, y te echan de menos los labios que ya no pueden besar. Y luego, al fin y al cabo tú, que no vuelves, que no estás. En verdad, creo que nunca has estado.

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