Me apoyo en el marco de la puerta, cerrándola lo máximo posible. Impidiéndole pasar.
-¿Por qué no quieres que entre?
-Porque si dejo que entres, no podré dejarte marchar.
Acorta los centímetros que nos separan, hasta que siento su respiración en mi frente, y se limita a decir:
-De eso se trata.
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