Dado que mis ganas de verte son inversamente proporcionales a las probabilidades de que aparezcas, y las apariencias pueden decir, pero no confirmar, dudo que hayas conseguido despegarte de su sonrisa. Y del sonido de su voz. Qué raro, se pregunta ella:
Apenas hemos empezado y ya quiero que termine. Pero claro, vuelves a pegarte a su cuello y se le olvida la estupidez que pensó hace unos segundos.
Y es que sientes que estás tan lejos de todo que se te hace fría la distancia. Tanto, o más, que tus palabras, que parecen témpanos de hielo, y transmiten frío a la nada ¿Querías más espacio?
Por lo menos ya no puedes dañar a nadie.
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